Pueblos medievales, paseos por la naturaleza, excursiones entre volcanes... la Garrocha es uno de los espacios más diversos de los que nos rodean, un sitio tradicionalmente de gente fuerte, donde todo era más difícil por la aislada situación de muchas poblaciones. Hoy nos adentraremos en este mágico entorno.
Después de salir de nuestro pequeño hotel rural dirección a la Garrocha, nos detendremos un momento en la capital del Pla de l’Estany, Bañolas. Este espacio, que se hizo mundialmente famoso al ser escenario de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, decidió apostar por convertir su lago en un espacio de encuentro para amantes del deporte de toda clase. Es por esto que en las cercanías del agua tendremos la oportunidad de seguir una ruta señalizada para caminar, correr o ir en bicicleta. También es posible bañarse en el lago o, incluso, practicar actividades como el kayak.
Destaca la presencia, justo al noroeste del lago, del Parque Neolítico de la Draga. Se trata de un antiguo poblado neolítico datado de hace más de 7.200 años- Actualmente se puede visitar y ver reproducciones de antiguas cabañas que es encontraban en el lugar, pudiendo imaginar de esta forma como era la vida en aquella época.
Una primera mirada al portón que protegió Besalú ya muestra sin lugar a dudas que te encuentras delante de una de las fortificaciones mas importantes del territorio. Encontramos los orígenes de Besalú el año 965, en que se habla de Bisulduni.
Pese a que se han encontrado restos de cerca del año 250 antes de Cristo, Besalú comenzó a destacar durante la época romana, convirtiéndose en un importante centro de mercadeo a causa de su ubicación cercana a la Via Annia. El centro del emplazamiento se encontraba encima del monte de Santa María, donde más tarde fue construido el castillo de los condes.
Besalú vivió una etapa medieval muy movida. Durante la cruzada contra la Corona de Aragón, que se llevó a cabo entre 1283 y 1285, Felipe III de Francia tuvo que huir del Ampurdán y retirarse hacia Besalú. Antes, sin embargo, envió 2.000 caballeros para intentar controlar la ciudad donde creía que encontraría a Pere III el Grande. Besalú no solo resistió el ataque y forzó los soldados a huir, sino que Albert de Mediona organizó sus tropas para atacar a los franceses en el valle de Biaña para asegurar que marcharan más debilitados. Con la retirada definitiva de los franceses en la Guerra de los Armagnagueses, en 1390, se compensó a los habitantes de Besalú con privilegios y excepciones.
Pero aquí no acaban las aventuras bélicas de esta fortaleza: durante la Guerra de los Remensas (de la que hablaremos con mas detalle y contexto en la ruta por el Valle de Llémena), Besalú tuvo un papel muy importante. Los ejércitos de campesinos, que habían conseguido controlar Castellfollit de la Roca, asediaban las murallas de Besalú, pero nunca las consiguieron cruzar por la fuerza. Sin embargo, los campesinos remensas, bajo las ordenes de Verntallat, acabaron controlando buena parte de la Garrocha, aislando Besalú y obligándolos a claudicar. A partir de ese momento Besalú cambió de manos varias veces, pasando por nobles como nuestro vecino Bernat Gilabert de Cruïlles o hasta el rey Joan II.
Si nos adentramos en el casco antiguo, cruzaremos en primer lugar un imponente puente románico que cruza el rio Fluvià. Pese a su origen, la construcción tuvo que ser reconstruida y reformada a lo largo de los años, hasta se considera que varios aguaceros obligaron a cambiar su trazado.
La Iglesia de Sant Vicente de Besalú es una de las Construcciones más antiguas de la población que quedan en pie, pese a que ha sido reedificada varias veces, se cree que su origen es anterior al año 977, y su última modificación data entre los siglos XII y XIII.
Respecto al Castillo de Besalú, fue construido sobre el monte donde ahora encontramos las ruinas de la iglesia de Santa María. Con una presencia muy ligada a la época del Condado de Besalú a los alrededores del año 957.
Finalmente, respecto al monasterio de Sant Pere de Besalú, fue fundado el año 977 por el conde de Besalú Miró Bonfill, donde trasladó las reliquias de los santos Prim y Felicià d’Angen. Sin embargo, el templo que vemos hoy es una reconstrucción hecha el año 1060, ya que inicialmente se encontraba a las afueras de los muros de la ciudad.
No podemos dejar Besalú sin recordar y poner en valor su pasado judío. Encontramos en el casco antiguo los restos de una antigua sinagoga medieval datada del año 1264, el micvé (unos baños rituales) y la sala de oraciones. Declarado Bien Cultural de Interés Nacional el año 2013, este espacio es de los pocos conjuntos sinagogales que se pueden encontrar en todo Europa.
Castellfollit de la Roca es un pueblo que, en primer lugar, hay que admirar desde lejos. Las construcciones cerca del precipicio sobre dos coladas de lava superpuestas, una de 217.000 años de antigüedad, y la otra de 192.000 años, ofrecen una imagen única, que combina a la perfección aquello que la Garrocha representa: naturaleza, pasado medieval y volcanes.
Ubicada en la vía romana Annia, de la que hemos hablado en Besalú, esta población ve sus orígenes a finales del S.XI, cuando pertenecía al vizcondado de Bas, que era parte del condado de Besalú.
La familia de los Santapau, de los que hablaremos más adelante en esta ruta, fueron los señores de Castellfollit, y fue en ese momento, en el año 1428, que un terremoto destruyó prácticamente toda la población.
Posteriormente, un matrimonio hizo que en 1460 pasara a ser propiedad de los Cruïlles de Santapau (exacto, los tentáculos de los Cruïlles no solo se extendían por el Bajo Ampurdán, sino también por la Garrocha y el Girones). Solo dos años después, en 1462, como hemos explicado en Besalú, los payeses remensas ocuparon la población para controlar la totalidad de la Garrocha.
Castellfollit era un importante sitio de paso, una población pequeña pero estratégicamente muy importante para garantizar el control del territorio de la Garrocha, por esto la lucha por su control fue un constante a lo largo de su historia. Pero este pequeño lugar no solo fue un espacio estratégicamente importante, sino que su estrecho vínculo con los volcanes despertó el interés hasta de Antoni Gaudí que, aprovechando que es la única cantera basáltica activa en la península desde el S.XIX, utilizó el material para construir las columnas del Parque Güell.
Si nos adentramos por el casco antiguo, veremos al fondo en el espacio del antiguo cementerio, una plaza con una terraza que nos ofrece una vista panorámica de la entrada de la Garrocha. Justo detrás del conjunto de casas, encontramos la iglesia de Sant Salvador que, pese a ser del S. XIII, un terremoto que tuvo lugar en el S.XV y su destrucción durante la Guerra Civil Española, hicieron que la población decidiera trasladarlo de lugar y construirlo en otra parte del pueblo. Actualmente este antiguo templo es utilizado como un centro cultural que, con un estilo renacentista tardano y un campanario de planta cuadrada, ejerce como el estandarte ideal para representar el orgullo de aquellos que vivieron en este sitio tan especial.
Ya dentro del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrocha, encontramos el pequeño pueblo de Sant Joan les Fonts. Con un casco antiguo que nos recuerda a su pasado medieval, como el puente, la casa fuerte de Juvinyà o el conjunto que antiguamente formaban la iglesia y el castillo de Mont-Ros. Pese a que uno de los motivos principales de la visita a la población son las coladas de lava que se pueden encontrar.
Si se quieren ver las coladas es necesario iniciar un itinerario señalizado, el número 16 del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrocha, totalmente señalizado, y que nos permite escoger entre un itinerario corto (20 minutos) o uno largo (1hora y 45 minutos).
Respecto al conjunto medieval de Sant Joan les Fonts, es necesario destacar el Castillo Medieval Juvinyà, una antigua casa fuerte que entro los siglos XII y XIV fue la residencia de la familia Juvinyà. La iglesia, que es lo que queda de un antiguo complejo benedictino, es originaria del S.XII, y fue declarada elemento de interés nacional el año 1981.
Y llegados al corazón de la Garrocha, encontramos la villa de Santa Pau. Un pequeño pueblo conocido en todos lados por las judías que se cultivan y que llevan el nombre de la población. A tocar de los volcanes de Santa Margarida, el Croscat y el Hayedo de Jordá, esta antigua población era la casa de la familia de los Santa Pau.
Encontramos la primera mención a Santa Pau en un documento del año 878, pero no es hasta el año 929 que oímos hablar de su castillo. En ese documento Oliba, señor de Porqueras y miembro de la familia de los castlans de Finestras, adopta también Santapau como apellido.
La familia Santapau fue una de las mas importantes de la nobleza catalana, debido a que estaba emparentada con sus principales familias y formó parte de muchas luchas de la Corona de Aragón para expandir el territorio a sitios como Sicilia o Cerdeña.
El volcán de Santa Margarida es una buena excursión si no se desea perder mucho tiempo para poder aprovechar el día de ruta. Con poco más de un quilómetro de subida y la posibilidad de aparcar justo debajo, nos da la opción de ver este volcán apagado que cuenta con un cráter de 2000 metros de perímetro y donde podemos encontrar la ermita de Santa Margarida de Sacot, el elemento de origen románico que da nombre al volcán.
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